La depresión no es un juego

Por: Oscar Armijo

Mucho tiempo me dediqué a victimizarme; me molestaba que la gente no me brindara suficiente atención o que mi discapacidad no estuviera presente en su agenda las veinticuatro horas del día. Pensar que la gente no me comprendía, sumado a mi trastorno obsesivo compulsivo y la falta de respuestas por parte de los médicos, me hundió en una terrible depresión.

“Eres muy pesimista”, “no tienes razones para estar así”, o “hay personas con problemas más graves”, eran de las frases que más escuchaba. Frases que en vez de ayudar me hacían sentir peor con la situación que estaba viviendo.

De pronto perdí el rumbo, me alejé de mis amigos, generé pésimos hábitos alimenticios, y dejé de acudir a mis citas medicas, mientras estrepitosamente caía al fondo del abismo. Y fue ahí, sumergido en la desesperanza, cuando entendí que ninguna ayuda que recibiera sería suficiente hasta que me decidiera firmemente que quería salir adelante. El ascenso ha sido bastante difícil, pero falta mucho para llegar a la cima.

Durante este recorrido me percaté de la falta de conocimiento que existe entorno a las enfermedades mentales. Es impresionante que el grueso de la población las demerita e ignoran que pueden ser tan graves como una enfermedad física. Incluso, la gente suele considerarlas un tema tabú y, por lo mismo, quienes las padecen rehuyen a buscar ayuda.

Ir a terapia, acudir con el psiquiatra o tomar medicamentos para controlar una enfermedad mental por ningún motivo pueden ser objeto de críticas o burla. La depresión y la ansiedad no son señales de debilidad ni mucho menos motivos para sentir vergüenza.

Siendo un camino que ya he transitado, me atrevo a dar un consejo: Si padecen una enfermedad mental no sientan pena o vergüenza en reconocerlo y no duden en buscar ayuda. Si conocen a una persona que padece una enfermedad mental, no la juzguen ni la critiquen e intenten ayudarla sin prejuicios ni etiquetas sociales.

Bien dicen por ahí que solo el que carga el saco sabe lo que pesa.