Por: Oscar Armijo

¡Solo se vive una vez!

Tiempo atrás un amigo cercano me dijo que una persona inteligente es aquella que sabe que un día llegará su muerte. Debo admitir que en su momento me pareció una frase absurda, pero gracias a las experiencias vividas durante mi transitar por este mundo, he logrado descifrar su verdadero significado.

Mi pensamiento inicial era que todos sabemos que estamos destinados a morir, es más, crecemos conscientes de que lo único seguro en nuestra vida es precisamente la muerte.

Después comprendí que pese a la certeza de que tarde o temprano partiremos de este plano terrenal, solemos poner en riesgo intencionalmente este hermoso regalo que nos ha sido otorgado.

En ese sentido, con la premisa de que solo se vive una vez, misma que se ha extendido y popularizado en los últimos años entre diversos grupos de población, pretendemos justificar conductas arriesgadas, absurdas o hasta peligrosas.

Si bien es cierto que tenemos una sola oportunidad para vivir, no significa que debamos hacerlo de manera precipitada o actuar con intensidad sin pensar en las consecuencias.

A veces suelo comparar la vida con un plato de mi comida favorita. Quizá por la emoción es normal que quiera comerlo rápidamente, pero después pienso que me causaría mayor satisfacción hacerlo lentamente y deleitarme al máximo con cada bocado.

Así pues, en ocasiones vivimos apresuradamente, motivados por la necesidad de experimentar tan rápido como nos sea posible. Pero debemos aprender a priorizar y entender que no podemos mantenernos con un sentimiento de urgencia constante.

A propósito de lo que hasta aquí he escrito, y en el marco de la pandemia que estamos viviendo, quiero externar la frustración y enojo que experimento al observar que el grueso de la población en nuestro país hace caso omiso de las medidas sanitarias sugeridas por las autoridades.

No se puede soslayar que una parte importante de las personas en México tienen la imperiosa necesidad de salir a trabajar diariamente, pero seguir asistiendo a lugares públicos o reuniones multitudinarias con fines recreativos bajo el argumento de que “no pasa nada”, o de que “al final de algo nos vamos a morir” no solo refleja ignorancia sino también altos niveles de egoísmo.

La vida es un milagro (ya sea que crean en Dios o en el poder de la naturaleza) y por lo mismo debemos agradecer y honrar esta oportunidad que nos ha sido concedida.

Debemos recordar en todo momento que aprender a vivir también conlleva una gran sentido de responsabilidad, pues muchas veces una persona lleva en sus manos tanto su vida como la de aquellos que lo rodean.

Al final, es triste darse cuenta que mientras unos desperdician su paso por este mundo, muchos otros ruegan por tener un poco más de tiempo de vida.