Mi amigo…
Por: Oscar Armijo
Había coincidido con él en algunas reuniones familiares. Pese a ser el novio de mi hermanastra, nuestra relación se limitaba al breve intercambio de palabras y saludos cordiales. Sin embargo, el destino había trazado nuestros planes y nuestras vidas de pronto se unieron de forma inimaginable.
A finales de septiembre de 2016 mi lesión medular comenzó a complicarse nuevamente, y fue ahí cuando mi familia nuclear decidió que no podía seguir viviendo solo. Así las cosas, mi padre se acercó a él para pedirle como favor hacerme compañía y apoyarme en tareas básicas como bañarme, comer e ir al baño. La idea original era que estuviera unos meses, en lo que mi estado de salud mejoraba, pero por diferentes cuestiones esos meses se fueron convirtiendo en años.
Y ahí ha estado durante este tiempo, tanto en las buenas como en las malas, sin abandonar un barco que ha estado a punto de hundirse en numerosas ocasiones. Me atrevo a decir que su mayor virtud es la templanza, misma que ha propiciado que los peores momentos que he vivido a su lado hayan sido más llevaderos. Su presencia, en conjunto con la de mi familia y mi novia, me ha ayudado a mantenerme en la pelea, a no claudicar ni bajar los brazos.
Los constantes obstáculos que se han atravesado en nuestro día a día han requerido de estrategias diversas para sortearlos, y es por eso que ha aprendido diversas técnicas, ajenas por completo a su formación profesional, con la intención de brindarme los mejores cuidados. Por eso, si algo admiro de él es precisamente que cada reto que se nos ha presentado lo aborda de frente, con convicción y sin miedo al resultado.
Quisiera decir que nuestra amistad ha estado exenta de problemas o discusiones, pero cómo todo ser humano tenemos múltiples defectos y debilidades, sumado al hecho de que cuidar a una persona enferma de cuerpo y alma es una tarea difícil. Aun así, rara vez lo he visto perder la paciencia, incluso tiene niveles de calma muy elevados, quizá a raíz de sus días como misionero.
Por todo lo vivido es que hoy me atrevo a escribir estas palabras, para agradecerle por su compañía todos estos años. Risa y llanto, tristeza y felicidad, momentos llenos de estrés y ansiedad; vaya que ha sido una rueda de la fortuna esta travesía.
Bien dicen que en la vida nos encontramos con grandes amores, maestros y amigos, a mi en lo personal me tocó conocerlo a él, a mi amigo el “negro”.