Hoy es noche de película
Por: Oscar Armijo
No pude evitar sentir nostalgia hace unos días cuando pasé enfrente de lo que solía ser un videocentro. No exagero cuando digo que suspiré con la misma intensidad que al recordar mi primer beso.
Y la razón es bastante sencilla, ya que para mi, acudir al videocentro era como ir a comprar a la “tiendita” de la esquina cuando aún era un niño. Siendo un apasionado del cine, tantas películas al alcance de mis manos hacían de la elección una difícil tarea. Incluso, una ojeada a la “zona prohibida”, con el consentimiento tácito del encargado, era obligatorio en cada visita.
Algo que recuerdo con alegría es que en las reuniones con mi grupo habitual de amigos, casi siempre estaba incluida una visita al videocentro. Las discusiones eran de esperarse, así que tratábamos de rentar la cantidad de películas que fuera necesaria para satisfacer los gustos de cada uno de nosotros.
Sin embargo, cuando la cartera no lo permitía, recurríamos a la opinión de alguno de los trabajadores para que fuera él, con su basto conocimiento de la industria cinematográfica, quien pusiera fin al problema aconsejándonos la mejor opción para rentar, que no necesariamente tenía que coincidir con una película de estreno.
En estos lugares mágicos podía pasar horas tan solo admirando los carteles promocionales y las carátulas de las películas, así como leyendo la sinopsis de las mismas, que se encontraba insertada (por regla general) en la la parte trasera de la caja.
Lamentablemente, tanto los videocentros locales como las empresas con presencia internacional como Blockbuster, cuya oferta se extendía también a la renta de videojuegos, así como a la venta de botanas y mercancía diversa, perdieron la batalla contra los servicios de streaming, la piratería y los sitios web de descargas ilegales.
Eso si, siempre quedarán los hermosos recuerdos y, sobre todo, una valiosa lección: sino adecuas tu modelo de negocio a las preferencias del consumidor, prepárate para extinguirte.