¡Jamás dejes de sonreír!

Por: Oscar Armijo

Sobra decir que vivir con una discapacidad no resulta sencillo, no solo por la ignorancia, apatía y falta de empatía que impera en gran parte de nuestra sociedad; sino también, por la ausencia de políticas públicas efectivas destinadas a atender y resolver la problemática de un grupo vulnerable que por años ha permanecido en el olvido.

Sin embargo, más allá de todos estos factores externos, la discapacidad plantea en el ámbito personal un cambio radical del panorama e implica -como toda pérdida- un proceso de duelo, que si bien cada persona experimenta de diferente manera y a su propio ritmo, al final le permite aceptar su nuevo principio de realidad y adaptarse a las dificultades que plantea esta nueva etapa de la vida.

No voy a negar que por mucho tiempo me enfoqué en los aspectos negativos que trajo consigo mi lesión medular, sobre todo cuando las cosas empeoraron sobremanera al dejar de caminar por completo. Como he compartido en otras columnas, a raíz de esta circunstancia me sumergí en una terrible depresión, al grado que ya nada me motivaba. El depender físicamente de alguien, incluso hasta para defecar, me hacía sentir inútil y vulnerable.

En consecuencia, era presa de la nostalgia, de los recuerdos y del pasado. Pensaba en todo lo que dejaría de hacer y de experimentar a raíz de mi enfermedad. Empero, un día me decidí a dar una vuelta de campana para revertir esta situación y, a partir de entonces, mi actitud hacia la vida cambio notablemente. Sustituí la clásica expresión “no puedo” por la de “voy a intentarlo”.

Citando a Séneca “no nos atrevemos a muchas cosas porque son difíciles, pero son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas”. Por ende, con el apoyo de médicos, terapeutas, amigos y familiares, no he dejado de esforzarme, de seguir empujando hacia adelante.

En el trayecto he tenido la fortuna de coincidir con personas que convirtieron su discapacidad en un motor de superación personal; que con tenacidad, han forjado historias de éxito, inspirando a miles más para no claudicar en la consecución de sus metas; y que alzan con fuerza la voz para contribuir a la construcción de una sociedad más incluyente.

Hoy me doy cuenta que gracias a la discapacidad aprendí a valorar hasta los detalles más simples; entendí que ante los retos y obstáculos que surjan en mi camino debe prevalecer siempre una actitud positiva; pero la lección más importante es que jamás debo dejar de sonreír y soñar, ni mucho menos de disfrutar la vida. Bien dicen por ahí que hacia atrás ni para agarrar impulso.