Entre héroes y villanos

Parece ser que los guionistas de la mal llamada “Cuarta Transformación” perdieron el hilo de la historia o de plano se encuentran desesperados por encontrar nuevas ideas para subir el rating del programa, pues de la noche a la mañana, en un inesperado giro de la trama, un villano y símbolo de la corrupción que caracterizó al sexenio peñista se transformó en testigo colaborador y héroe de la patria, mientras que López-Gatell, quien lleva la batuta en el manejo de la crisis sanitaria en nuestro país, se convirtió en el fustigador de los mandatarios estatales.

Si bien no justifico la actitud del subsecretario, lo cierto es que se encuentra tan desesperado por la falta de resultados que le urge empezar a repartir culpas, para no quedar en los anales de la historia como el principal responsable de las miles de muertes que ha ocasionado la pandemia.

Con independencia de lo anterior, no se puede negar que al rockstar de la medicina se le subió la fama, cobijado, hasta ahora, por el apoyo incondicional del Presidente, a quien le endulza el oído resaltándole su virtuosa fuerza moral, cuando debería mejor recomendarle enérgicamente que se ponga un cubrebocas y deje de tomarlo a broma; no solo porque su uso resulta eficaz para desacelerar la propagación del virus, sino también porque es el representante de la nación y, para muchos, hasta una figura mesiánica.

Sin embargo, es bien sabido que el aprendiz de dictador hace temblar a todos los funcionarios de la administración pública, al grado que ni sus colaboradores más cercanos se atreven a toser fuerte, por más absurdas que resulten sus ocurrencias y declaraciones. Es más, su “bendito chasquido”, al puro estilo del supervillano de la franquicia de Marvel, fue suficiente para doblegar a dos diputados tricolores, cuyos votos hicieron posible la sesión extraordinaria para la aprobación de las reformas a la Ley de Adquisiciones.

Modificaciones que supuestamente están encaminadas a aliviar el desabasto de medicinas y romper con las prácticas monopólicas de las farmacéuticas, pero en la práctica autorizan compras discrecionales, que básicamente van a fomentar más de esa corrupción que tanto ha luchado por erradicar (sin éxito) el mandatario federal y su séquito de “aplaudidores”. ¡A ese ritmo jamás va a usar el mentado tapabocas!

Lo que si ha usado y en exceso, aunque juró que nunca lo haría, es el avión presidencial, más no para viajar sino para continuar evidenciando la vida faraónica que llevaban los servidores públicos de las administraciones pasadas. ¡Caray! Esa aeronave que ni Obama tiene ha sido más utilizada en este sexenio que en los anteriores, y seguirá esa tendencia, toda vez que el Gobierno en turno necesita suficientes distractores para alejar la vista de la alarmante caída de la economía, la violencia e inseguridad que se vive por la tibieza en el combate a la delincuencia y el creciente número de muertos en México a consecuencia de un pésimo control de la pandemia.

La cosa está grave actualmente, pero el futuro pinta de la fregada.